lunes, 18 de octubre de 2010

Investiguen

Prensa Libre, 14 de Septiembre de 2010
Hace casi un mes fue asesinado lejos de la capital un maestro y artista kaqchikel que se llamaba Lisandro Guarcax. No fue un asesinato más. Se trató de un crimen económico-político que las autoridades del Ministerio de Gobernación y del Ministerio Público no pueden dejar en la impunidad, para que no se vuelva a repetir.
Guarcax, de 32 años, dirigía el centro cultural Sotz’il Jay, sobre artes escénicas precolombinas en El Tablón, Sololá. Fue secuestrado el 25 de agosto, días después de haber firmado un convenio de cooperación internacional por Q500 mil, cifra que pedían los secuestradores, que ignoraban que una donación así nunca se recibe entera, ni puede gastarse sin autorizaciones ni comprobantes. Cuando sus familiares no pudieron reunir tal cantidad de plata, Guarcax fue torturado y asesinado, justo una semana después de haber nacido su primera hija.

Si sólo era un secuestro económico, ¿por qué la tortura? Si solo era económico, ¿por qué en mayo del año pasado fueron asesinados también Ernesto y Carlos Guarcax, quienes también eran parte del Centro Sotz’il Jay? Se trata obviamente de un grupo que odia al Centro Sotz’il Jay. Y puede estar formado tanto por ladinos como por indígenas opuestos a las reivindicaciones culturales. Y en el año 2010, después de décadas de luchas para que cada uno de nosotros guatemaltecos podamos expresar y vivir nuestra cultura como sintamos que es lo correcto, esto no puede ser posible. Gobernación y el MP no pueden dejar este crimen en la impunidad.
Justo ayer fue la foto de portada de este diario un juego de pelota maya entre equipos de Ecuador y Guatemala. ¿Por recordar en un acto cultural actividades que hacían sus abuelos mayas alguien merece ser asesinado?

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