viernes, 24 de septiembre de 2010

Tareas para los vivos

Por José Henríquez
Diario Diagonal (España), 24 de septiembre de 2010

“En su corta vida desarrolló, recreó y practicó lo que quizá en miles o cientos de años no se practicaba ya en nuestro pueblo”. Palabras de Anastasio Guarcax, padre de Lisandro, “bajo la lluvia de la tarde”, en el funeral de su hijo.

Ya tenemos una primera tarea los aficionados al teatro, los acompañantes, los mirones, los comentaristas, los teatreros, en general, los que nos empeñamos en vivir cabalmente, no ser vividos, informados, consumidos. Conocer la obra de Guarcax y su compañía, como la de tantos otros teatreros que viven en peligro porque su arte extrae del silencio y de la muerte a sus pueblos y a sus culturas, porque para ellos hacer arte es enfrentar el exterminio, el despojamiento, la explotación, la miseria a los que está sometida la vida diaria de sus hermanos.

En Guatemala, como en otras tierras, se ha convertido en peligro de muerte el arte de la diversidad y de la justicia. Es peligroso rescatar del silencio a los pueblos, culturas y lenguas que han condenado a desaparecer las empresas multinacionales de la droga, del armamento, de la energía, de los combustibles, de las comunicaciones..., en complicidad con gobiernos locales y foráneos. No les basta con despojarlos y expulsarlos de sus tierras.

Deben desaparecer. Es subversivo que hablen, escriban, canten, hagan teatro en sus lenguas. Pueden llegar a existir. Silenciar. Y el silencio se extiende como la más artera de las masacres, gracias al poder de la reducción económica, racial y cultural que hacen los imperios mediáticos “globales”. ¿Qué medio comercial ha informado alguna vez del arte y el teatro centroamericano que se hace en las centenarias lenguas de estos pueblos?

Y el silencio contamina también nuestras carteleras de teatro, saturadas del barullo musical y humorístico de franquicias y de mausoleos, trufadas alguna vez de exotismos de exportación. Más tareas para los vivos: difundir, exigir palabra, colaborar, abrir espacios, acompañar a los teatreros del mundo que se han adelantado al riesgo de reconocer, afirmar y plasmar la rica diversidad humana, quizá una de las amenazas más temidas para los mercachifles de la lobotomía global. E impedir el silencio sobre el asesinato de Lisandro Guarcax, exigir que se conozca y se juzgue a sus asesinos.

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