martes, 8 de enero de 2013

Signos de un Nuevo Tiempo


Por Claudia Gaitán.

“Para que un día cuando se cumpla el Oxlajuj Baktun, la cultura Maya con todos sus elementos sea para todos nosotros, los seres humanos, una alternativa, para todo el mundo. 
Y poder vivir en paz”.
Lisandro Guarkax González, gran artista Maya Kaqchikel, maestro, hermano, entrañable amigo, asesinado el día Oxlajuj B’atz. 25 de agosto de 2010.  Inspirador, energía convocante de gran diversidad de personas.

Dos, tres y cuatro veces agradezco a las energías de Kaj-Ulew por ser partícipe del fin de una era y del comienzo de otra.  Dos, tres y cuatro veces pido permiso a las Grandes Abuelas y Abuelos para externar estos pensares y sentires con todo respeto.

Me siento feliz de saberme nieta y tataranieta de esta bendita tierra que me regaló su color en la piel. Hija de un baño de fuego y vapor. De volcanes.  Hermana de gente de valles, cerros, barrancos, montañas, lagos, ríos, llanuras, fríos, alturas, calores, mares.  Agradezco a los hermanos que me animaron a escribir.

Como hija de esta tierra, hice mía su historia, su sufrimiento, tristeza y dolor, frutos de la imposición a sangre y fuego de un sistema de vida que se basó en el dominio, despojo, exterminio, violación, desprecio, explotación, acumulación, desvalorización, todo esto es mi historia también, junto a la lucha, resistencia, rebeldía, arte, espiritualidad, todo esto me hizo, formó lo que soy y la forma como me inserto en esta dimensión o realidad, en la realidad de un tiempo al que he tenido el privilegio de participar de su cambio, hacia otro tiempo, otra conciencia.

Muchas cosas me han removido en estos últimos tiempos del Oxlajuj B’aqtun.  Temblores, tornados, sueños, sinceradas con amistades, desaveniencias familiares, rupturas de codependencias.  Pero quiero compartir mi pensar y sentir sobre dos eventos muy significativos en mi camino: uno es la obra del Grupo Sotz’il, Oxlajuj B’aqtun y el otro, haber participado en una actividad a la que tuve el honor de ser invitada por el Movimiento Ri Ak’u’x para recibir con arte y espiritualidad el Nuevo Ciclo. 

k'ak'a' ramaj k'ak'a' k'aslem




Por: Marco Vinicio Santizo Tojil.

El Caserío Centro, del municipio de San José Poaquil, del departamento de Chimaltenango ha sido el escenario donde diferentes grupos artísticos del país se han dado cita para la celebración del Oxlajuj B'aqtun.

La velada artística ha contado con la presencia de personas de diferentes edades, procedentes de las aldeas y caseríos vecinos. Ha sido una fiesta comunitaria, que ha tenido preparativos varios, desde el alojamiento hasta la alimentación de los diferentes grupos artísticos y de las personas invitadas. Un entarimado ha servido como escenario, el frontispicio de una escuela que custodia un lugar sagrado ha recibido el fuego sagrado y una calle ha servido para el Juego de Pelota.

La gente reunida ha convivido en un marco espiritual y artístico. Oración y canto, plegaria y música se han sucedido para cerrar un ciclo y celebrar el inicio de uno más. Danzas y juegos han sido los movimientos que, intermitentemente, han iluminado el rostro de las personas convidadas a la celebración.

El fuego ha sido encendido al alba y el nombre de Tepew-Q’ukumatz ha palpitado una vez más. La gente ha bajado a Cacerío Centro para participar del rito que celebra, e invoca, la vida. Jun Junajpu y Wuqub’ Junajpu parecen haber acompañado a los más jóvenes en el Juego de la Pelota.

Guías espirituales, hombres y mujeres Aj'quij, han quemado pom mientras atizaban el fuego sagrado, una hoguera alimentada -entre otros- por el corazón del novillo que más tarde sería el banquete de las personas presentes en la celebración. Candelas de varios colores, semillas, pan, pétalos de flores y otros elementos sirvieron de ofrenda en el ritual.

Momentos íntimos, e inolvidables, fueron vividos por quienes asistieron a aquel lugar, sitio alejado de la parafernalia, orquestada para la ocasión, que más de un ente organizó. La fiesta del Oxlajuj B'aqtun en Caserío Centro ha sido vivida con la sencillez que refleja el espíritu del pueblo. El pueblo, convocado por sus diferentes líderes sociales, se dio cita y asistió puntualmente al festejo. No hubo protocolo, como tampoco discurso. La gente cantó, bailó, rezó, comió y participó como le nacía del corazón. La única jerarquía de los Aj'qijab ha sido la del servicio, que tenía como reconocimiento y gratitud el beso de mano, indistintamente del género, reservado para las grandes ocasiones.