Por Sandra Ximara Sicará Cotóm
Periódico La Noticia, Agosto 2010
La libertad de Expresión es uno de los principios de los seres humanos que menos se ha respetado; en diferentes espacios nos han tratado de acallar por exigir nuestros derechos, no es necesario que Guatemala se declare en estado de guerra, pues la situación actual de inseguridad y violencia que vivimos hacen que el ambiente se convierta en una constante lucha para sobrevivir de las zozobras a que hemos caído.
En época del conflicto armado cualquier tipo de expresión sobre la situación que se vivía era motivo para que las personas que lo hacían fueran víctimas de represión, desapariciones o torturas. Este panorama no se aleja de la realidad de nuestra sociedad las condiciones tan denigrantes en que muchos buenos guatemaltecos han sido “eliminados” ha aterrado a todo el conglomerado social.
El miércoles 25 de agosto el artista Leonardo Lisandro Guarcax fue secuestrado y asesinado por hombres desconocidos, su cadáver fue hallado con graves signos de tortura. Este repudiable hecho ha conmovido a todo el ámbito artístico nacional, ya que el insigne Lisandro Guarcax fue coordinador del Centro Cultural Sotz’il Jay, del Tablón Sololá y a través de ese espacio luchó e hizo valer los derechos culturales de los pueblos indígenas, para que su voz fuera escuchada en los campos sociales, artísticos y políticos.
Su constancia por el trabajo y revalorización del arte Maya ha impulsado una nueva generación de Juventud Indígena, quienes con dignidad y sabiduría hemos promovido el arte de nuestros pueblos a través de la investigación, innovación y desarrollo de la música y la danza Maya.
No es justo que hasta pensar y respirar sean delitos en este país y que poco a poco se vayan perdiendo grandes valores humanos. Exijo a las autoridades correspondientes el pronto esclarecimiento de este sangriento hecho y que el nombre de Guatemala no se siga escribiendo con sangre.
Hermanos y hermanas exijamos justicia no es posible que en nuestro propio hogar ya no podamos habitar. Físicamente Lisandro Guarcax nos ha dejado, pero su legado cultural jamás morirá, y es nuestro deber, especialmente a los jóvenes y señoritas que pertenecemos a movimientos culturales, luchar para que nuestras voces no se apaguen y nuestra sed de unión, tolerancia y justicia sean visibles en cada una de nuestras acciones.
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