Por Ana Cofiño
El Periódico, 4 de septiembre de 2010
El Periódico, 4 de septiembre de 2010
Las autoridades tienen la obligación de esclarecer el caso.
Bajo otra lluvia pertinaz, nos reunimos frente a la Casa Presidencial para protestar por el asesinato de un gran artista que nos dejó impresionados por su profesionalismo, capacidad y entrega, Lisandro Guarcax, del grupo de teatro Sotz’il, cuya casa está en Sololá. Hace unos años tuve la oportunidad de verlos actuar en Chimaltenango, donde presentaron Kají Imox, obra que relata la vida de uno de los últimos príncipes kaqchikeles de Iximché, ahorcado por el sanguinario Pedro de Alvarado.
Con el fin de realizar una interpretación de su pasado que dignifique el presente, Lisandro y el grupo Sotz’il han hecho investigación etnomusical, revisaron documentos y hablaron con los ancianos. Los trajes, danzas e instrumentos utilizados, así como los escenarios y la representación están inspirados en el espíritu de resistencia de los pueblos mayas que han conservado sus idiomas y tradiciones frente a las opresiones y el conformismo.
Como muchos jóvenes del país, Lisandro hizo de su preocupación por el deterioro ambiental, una lucha colectiva contra los abusos. Su rechazo a la minería y la explotación desmedida de los bienes naturales se manifestó en su quehacer cotidiano y artístico. Todo ello pudo haber provocado la envidia de gente mediocre que se ve amenazada por las luchas emancipatorias. Es sabido que en su comunidad hubo quienes manifestaron desconfianza ante este grupo, por su ejercicio de la espiritualidad maya, por su activismo y hasta por usar el cabello largo. Así de mezquina puede ser la gente.
Por este medio transcribo lo que su hermano Daniel me pidió transmitir en nombre del grupo a la opinión pública: “Lo que nosotros como grupo tenemos es una exigencia al Ministerio de Cultura y Deportes para que se pronuncie, porque ni siquiera eso han hecho, ya que nuestro trabajo artístico es expresión de un movimiento juvenil que busca reivindicar la cultura y el arte ancestral, como un aporte al desarrollo político, económico, social y cultural de los pueblos indígenas de Guatemala. Es muy injusto que con tanta violencia se calle la voz de toda una etnia y que se esté viviendo en un país racista donde no se reconocen los derechos de nuestros pueblos. Lo ocurrido con el asesinato de Lisandro es una gran pérdida para el país y para el mundo, ya que el trabajo que hacemos ha cruzado fronteras y ha llegado a otros pueblos indígenas. Enviamos un agradecimiento a los medios, a las organizaciones mayas y no mayas que se han pronunciado y nos han dado su apoyo”.
Es lamentable que con saña, crueldad y violencia se persiga y reprima a quienes de manera pacífica y creativa promueven valores democráticos y formas de convivencia armónicas. Las autoridades de este Gobierno tienen la obligación de esclarecer el caso y castigar a los culpables de este crimen que lleva implícito un mensaje contra quienes en esta tierra del maíz, todavía creemos en la justicia. Es nuestro deseo que el murciélago, símbolo del pueblo kaqchikel, siga vivo y en pie de lucha. Desde aquí, nuestra solidaridad y acompañamiento.
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