lunes, 30 de agosto de 2010

Lisandro Guarcax


En tres décadas da tiempo a nacer, amamantarse, crecer, dejar de ser niño, decidir lo que se quiere, luchar por lo que se quiere, cambiar una realidad, cambiar muchas realidades, despertar sueños, alimentarlos, inspirar orgullo y dedicación, estudiar mucho, compartir conocimientos, reconciliarse con generaciones pasadas y futuras, reconciliarse con el otro, hacer algo bien hecho y sonreír.
También da tiempo de ser secuestrado, torturado y asesinado. Da tiempo de convertirse en mártir de una lucha pacífica; da tiempo de demostrarle al mundo que nuestro país sigue siendo cuna de rapiñas, de cobardes inútiles y perezosos que, antes de lograr algo por méritos propios le meten zancadilla a quien sí lo ha hecho.

Si el asesinato de Lisandro fue por puro secuestro, crimen organizado, que gran error.
Si fue un asesinato político, que gran error.
Si fue por cualquier otra cosa, que gran error.

Entre árboles y murciélagos

Lisandro Guarcax fue asesinado brutalmente la semana pasada luego de algunas horas de secuestro sin negociaciones.  Era director de una de las escuelas más innovadoras en los temas de identidad maya, en la aldea El Tablón, Sololá.  Era también coordinador general del Centro Cultural Sotzil Jay, que desde hace años desarrolla una investigación incesante para poner de acuerdo a la academia y a la tradición oral respecto a los orígenes del pueblo kaqchikel.  Era director del grupo de danza-teatro-música Sotzil, de gran trayectoria nacional e internacional, creadores de las puestas en escena más impresionantes que he visto, sino las mejores.
La comunidad artística del país está indignada, confundida y, sin resignación.  Por eso, hay un fuerte llamado a las autoridades estatales e indígenas para indagar y esclarecer el hecho pues necesitamos saber con exactitud qué pasó, cuál es el origen de tan oscuro e incomprensible acto. 
Quisiera conocer a los asesinos, verlos a los ojos y preguntarles si tienen idea de quién era Lisandro y de la perdida para ancianos, adultos, jóvenes y niños que representa.

Lisandro tenía 32 años, la mitad de su vida.

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