Por Javier Payeras
El lenguaje se hace una herramienta inútil, cuando sobre la hoja en blanco se deben escribir ciertas cosas. Cosas amargas: impotencia y rabia. Cosas difíciles de entender. Una vez decidido me hago redactar las palabras presentes, las palabras difíciles, las palabras que se imprimen.
Lisandro Guarcax fue secuestrado y asesinado en cuestión de un día. El cuerpo del actor y coreógrafo de la compañía de teatro contemporáneo Sotz’il Jay, fue encontrado muerto y con señales de tortura. Otra víctima que forma parte del saldo violento que dejó la semana pasada.
El aporte de este sencillo maestro de escuela fue enorme. En poco tiempo logró que Sotz’il consiguiera romper con los paradigmas de discriminación y ninguneo que aún prevalecen en el re-colonizado panorama cultural de nuestro país. Artistas de origen indígena que han llenado de asombro a su público, apostando por un teatro experimental que emerge de las raíces más profundas de eso tan propio y tan exacto que es la poesía.
Pienso en tantas reivindicaciones, en tanta parafernalia respecto a los mártires del Conflicto Armado. ¿Para qué? Hace una semana murió uno de los creadores y organizadores culturales más importantes que hemos tenido, pero resulta que no se puede hacer nada. Al igual que Roberto Obregón, Otto René Castillo, Luis de Lión, Alaíde Foppa… ¿Algo cambió con ellos? ¿Quién puede convencernos de lo contrario?
El lenguaje es una herramienta inútil para arreglar el pasado. Pero en la inmensidad de esta tristeza que siento, quiero acercarme a esa viuda y a ese niño que dejó este joven artista, quiero decirles que nada es más fuerte que la vida, que Lisandro Guarcax supo demostrárnoslo y por eso permanece.
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