Por Lucía Escobar
Algunos kilómetros después del cruce Los Encuentros se encuentra la comunidad de El Tablón, Sololá. Papas, zanahorias y otras hortalizas bañadas con la neblina intensa de las montañas boscosas salen diariamente en camiones hacia los cuatro puntos cardinales.
Esa región kaqchikel parió en el año dos mil un grupo de artistas multidisciplinarios bajo el nombre de Sotz'il (el murciélago). Diez espíritus inquietos dedicados a explorar, en sus raíces mayas, la tradición artística de la danza, el teatro y la música. El movimiento tiene hoy una sede, la Casa del Murciélago, que es un lugar entre maizales, especie de centro de aprendizaje y experimentación artística.
Con una dedicación y profesionalismo excepcionales han logrado crear un argumento artístico basado en el Pop Wuj que se escapa alegremente de los esquemas folklóricos de cualquier compañía de teatro similar. Será, quizá, su constante y rigurosa búsqueda espiritual la que los ha llevado a entrevistar a cientos de ancianos, tatas y nanas para buscar su sabiduría en la exploración y creación de cada montaje que realizan. El fruto de esta búsqueda se ve reflejado con la respuesta asombrada y agradecida del público que ha tenido la oportunidad de ver sus obras.
Los jóvenes, la mayoría graduados de la primera escuela bilingüe de la región, se confiesan portavoces de un legado ancestral digno, que a pesar de explorar con éxito la comicidad, no deja de ser serio y en algunos casos, incluso, intensamente emocional. Ellos son el reflejo más brillante de la cultura maya en constante viaje evolutivo hacia el futuro.
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Mil gracias a Sotz'il por ese intenso regalo del pasado al presente.
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