Por César Chupina
En un país como Guatemala, donde da nausea ver el basurero de las mas  bajas expresiones en que se ha convertido el teatro, da gusto participar  de un hecho escenico tan genuino como Oxlajuj B’aqtun del grupo  artístico Maya Kaqchikel Sotz’il, que se presenta en varias partes de la  Republica y fuera de ella no solo para mostrarnos un hecho teatral sino  darnos una enseñanza en el mismo.
En una de las funciones  programadas en el Festival Paiz que fueron en las ruinas de La  Recolección de La Antigua Guatemala, Sandra Xoquic, presentadora del  grupo, dijo que la nueva puesta en escena llevó meses de preparación,  con el objetivo de obtener el verdadero significado del Oxlajuj B’aqtun,  que en la cultura occidental se ha interpretado como el fin del mundo,  cuando en realidad es el cierre de un gran ciclo de tiempo.
Oxlajun  B’aqtun es un gran acontecimiento en la cultura Maya, como el cierre de  una era, calendario Maya de la cuenta larga, que consta de cinco  medidas de tiempo, como el Q’ij (día), Winaq’ (20 días), tun (360)  k’atun (20 años) y B’aqtun (400 años), los que se van cambiando con los  días y numerales del calendario sagrado o Chokq’il Si se antepone al  B’aqtun el número sagrado 13 (Oxlajun), da como resultado la duración de  una Era Maya, es decir Oxlajun B’aqtun, equivale e 13 períodos de 400  años, 5 mil 200 de 360 días; al igual que los días, las eras se suceden,  pues en la era Maya el tiempo es cíclico, ya que se camina a través de  una espiral en la que se sitúan de forma paralela el pasado el futuro y  el futuro.

Las y los ancestros dejaron escrito en códices y  estelas el reinicio de la nueva era o un nuevo amanecer, donde los  diferentes calendarios se alinearán para comenzar un nuevo ciclo de 13  B’aqtun El último día de la presente es el próximo Kaji’ Ajpu’, Waxaqi’  Kamuku, previsto para el solsticio de invierno del año 2012, que en el  calendario gregoriano es el 21 de diciembre. Este ciclo de tiempo es el  que se representa en esta obra artística del grupo Soltz’ij, para que se  comprenda en el fin de un gran ciclo de tiempo y el inicio de otro.
Leemos en la pagina 
http://sotziljay.wordpress.com/  que “este montaje es en nombre de nuestros abuelos y abuelas, a ellos  les debemos los conocimientos y la inspiración, estamos aquí para  continuar su legado. 
También es un homenaje a todos los abuelos y  abuelas que han luchado por mantener el equilibrio desde la Resistencia  del Pueblo Maya, especialmente dedicado a Lisandro Guarcax compañero,  guía y fundador de Sotz’il Jay asesinado el día Oxlajuj B’atz’ (25 de  agosto de 2010). Porque como él decía: “Nqarayij chi ronojel qasamaj  nk’atzin chi nkitamab’ej nk’aj chïk winaqi’” (Deseamos que todos  nuestros esfuerzos se traduzcan en conocimiento del otro).
En la  misma fuente, encontramos la Sinopsis de la obra. “Los elementos  energéticos se atraen y contraen en el cosmos para crear el fuego,  esencia de Vida. Estos se desplazan a través de espirales buscando la  armonía, pero hay fuerzas que provocan fuertes desequilibrios entre la  luz y la oscuridad, creando conflictos. Los señores de Xib’alb’a’ (los  dueños del inframundo) se enfrentan a los gemelos Jun Ajpu’ e  Yaxb’alamkej, representados en ese instante como el ser humano y el  espíritu, a través del juego de pelota y diferentes artimañas. El paso  del tiempo y el movimiento de las energías esenciales acompañan el  conflicto entre fuerzas duales, opuestas pero todas ellas necesarias  para la existencia: ¿Está la Humanidad preparada para honrar a las  energías y darles su lugar para encontrar la armonía? ”.
En el programa de mano, encontramos el elenco técnico y artístico.
Dirección  artística: Víctor Manuel Barillas Crispín. Apoyo técnico y logístico:  Joselino Guarcax Yaxón y Clara Alicia Sen Sipac. Autoría: Creación  colectiva del Centro Cultural Sotz’il Jay. Música: Creación colectiva  del Grupo Sotz’il, excepto la última melodía: recopilación tradicional.
Los  personajes músico-danzantes son interpretados por jovenes actores.  Kukumatz, autoridad, sabiduría, verdad, ciclo del tiempo-espacio:  Mercedes Francisca García Ordóñez. Rujqalem, cargador del tiempo: Juan  Carlos Chiyal Yaxón. Wuqu’ Qak’ix: Siete Guacamayos, personaje  orgulloso, ambicioso, envidioso, mentiroso, destructivo, egocéntrico e  ignorante. Jun Ajpu’ e Yaxbalamkej, sol y luna, unidad y espiritualidad,  visión y luz; cerbatanero, caminante, ser humano y jaguar: Gilberto  Guarcax González (Ajq’ij) y César Augusto Guarcax Chopén. Keme’,  inframundo, oscuridad, muerte: Luis Ricardo Cúmes González. Tukur, búho,  mensajero del inframundo: Marcelino Chiyal Yaxón.

En conjunto  logran un extraordinario montaje en el que sobresale primero que nada la  coordinación artística de Víctor Barillas quien dicho sea de paso es  uno de los mejores prospectos egresados de la ENAD aunque nunca me  imaginé el viraje espiritual que tomaría su carrera. Cierta vez me lo  encontré deambulando por la calle, como es su costumbre y me comento el  aspecto ritualístico que manejan en la agrupación. No cabe duda, pensé y  lo confirmo con este trabajo, es un elegido por los abuelos para  rescatar la ancestralidad.
Como enamorado de la Cosmovisión Maya  quede fascinado con este montaje. Pero mas allá, es indudable la  magnifica interpretación en la que la expresión corporal ocupa un  primerísimo lugar. Nos recuerda muchísimo expresiones ancestrales de la  misma cultura Maya y que también encontramos entre chinos, indos y  tailandeses. No cabe duda que, en ese sentido, la humanidad tiene un  origen común y rescatar la Cosmovisión Maya en estos aspectos es volver  al origen mismo.
En ese orden de ideas es interesante cómo se  rescata el aspecto ritualístico del Teatro, el cual nace en cualquier  cultura como una mera forma de acercar el macro con el micro cosmos y en  este sentido este montaje lo logra al explicarnos a neófitos,  ignorantes y detractores de la Cosmovisión Maya que de fin del mundo el  2012 no tiene nada. Sencillamente es como cuando los occidentales  terminamos el 31 de diciembre para dar inicio a un nuevo año con el 1 de  enero. Claro que no un 31 de diciembre y 1 de enero cualquiera. La  analogía debe extenderse al inicio del milenio como sucedió en el 31 de  diciembre de 1999 y 1 de enero del 2000. No olvidemos que entonces  también se decía que todo iba a acabarse.

En el aspecto  ritualístico, los elementos a usarse trascienden la simbología. El fuego  ocupa un primerísimo lugar y me atrevería en una segunda o tercera  lectura del hecho escénico que es el verdadero protagonista porque no  solo es el lazo de unión entre lo micro y lo macro sino donde se ve el  tiempo… es decir, donde se visualizó el futuro que ahora es nuestro  presente. Y en este sentido el círculo nos da varios espacios internos y  externos dentro de los personajes así como varios niveles de tiempo  connotando también que este es ciclo, circular.
Gracias a esta  agrupación por este trabajo que me ha dejado un riquísimo sabor en la  boca y me devuelve la esperanza que fuera del basurero teatral pueden  hacerse cosas tan mágicas como esta. Por ello, aplausos por siempre y  mas allá de la espiral del tiempo.