Por Pipo Bagur
Hoy abro otra puerta, una diferente a lo acostumbrado, lo hago por que no quiero que mi pensamiento se quede encerrado en mí y deseo que mi disgusto, inconformidad y rabia salgan. No deseo que mi hija me vea a los ojos en un futuro e imagine que su padre no lucho con lo que él podía, no deseo que en sus ojos se refleje la cobardía o el miedo que todos tenemos en este tiempo que se oscureció tanto en los últimos años. Hoy abro esta puerta, espero tenerla abierta durante mucho tiempo y cerrarla cuando sean necesario o cuando ya no tenga nada que discutir en una sociedad que se pudrió en una violencia eterna.
Este año, como dije anteriormente, pareciera que la noche aterradora se a apropiado de Guatemala, de toda, no de la capital o de las áreas urbanas, o de las marginales, o de las rurales, se adueño de todo el territorio y más allá. Hay muertes, hay asesinatos, hay corrupción, hay impunidad, nuestra sociedad está en la oscuridad y tropieza cada vez más cuando los hombres y mujeres que luchan por iluminarla caen muertos.
En esta semana fue asesinada la socióloga Emilia Qua después de varios meses del asesinato de Lisandro Guarcax. En Facebook, dije: “…Guatemala está sangrando otra vez…”, pareciera que estamos reviviendo esos tiempos tenebrosos de la Guerra o pareciera que nunca salimos de esta. Nuevamente están asesinando a personas claves de nuestra sociedad, aquellas que pueden ayudar a lograr cambios sustanciales, aquellos que se atreven a cuestionar la continuidad social. Esta situación me llena de tristeza y de una rabia muy fuerte, me gustaría gritar a todo pulmón para que escuchen el lamento de todos.
Hoy quiero anunciar mi malestar, esa impotencia que siento al ver a tantos muertos en Guatemala, no solo de hombres y mujeres que por su arduo trabajo caen, si no por aquellos otros seres humanos que son anónimos y que han caído en esta nueva guerra.
Vivimos dentro de este nuevo fracaso de sociedad que todos queremos cambiar pero lo impide un grupo minúsculo y lo está haciendo con la más harta violencia contra los que manejan el dialogo y el cuestionamiento, contra los que trabajan fuerte sin descanso alguno. Vivimos de esta manera y quiero anunciar mi frustración, quedarme callado es sinónimo de complicidad, de aceptar que no hay un cambio de dirección y me niego a pensar en ello.
Hoy escribo para que sepan mi rabia rotunda con esta violencia que pudre a nuestra sociedad, para que sepan que no soy un conformista más, que no voy a dejar que mi voz se calle.
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