Por Ricardo Fco. Castrillo
A la muerte de Lisandro Guarcax
Fui parte de tu vientre enraizado
en las lejanas estrellas y en Xibalbá.
Fui un sonido del alba
precedido del silencio y el murmullo
del viento sobre la hojarasca.
Fui una estela que ustedes vieron
y ahora callo bajo la tierra. Pero
el mío es un silencio que no para de hablar
que sale de las bocas, de tus labios
de tus manos, de tus piernas.
Fui un sonido y ahora callo
pero bailo con los animales y los tsotzil
y de mis pies nacen mariposas,
y de mis manos brotan hermosas
raíces de amapolas y rosas.
Mi corazón florece porque de él nacen
frutos regados de hormigos
barros, conchas y testigos.
De mis huesos quedan flautas
y en mis ropas tus besos y tus manos.
De lo que fue castigo quedan caminos
que a veces recuerdo, a veces olvido
que fui vivo y que fui muerto
que sigo y aún estoy vivo
en cada corazón
que florece.
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