jueves, 16 de septiembre de 2010

¡Tu corazón florece, Lisandro!

Por Ana Luz Castillo Barrios


Sorpresa, dolor, abatimiento, ira y más dolor. Así viví el asesinato de Lisandro Guarcax porque para mi, su desaparición física de esta vida tiene inmensas repercusiones. Ente la angustia y la conmoción vivida, trataba de encontrarle alguna coherencia a mis pensamientos, articular la devastación que sentía. No cabe duda: lo torturaron y asesinaron por hacer arte, por creer en un mundo mejor, por tocar las estructuras que en este desdichado país, han sido inamovibles. Una ráfaga de memorias dolorosas me llevaron 30 años atrás y me sentí sin fuerzas para encarar nuevamente la mezquindad, la maldad, el egoísmo, el poder descontrolado, los aspectos más sucios y ruines del alma humana que se desenmascaran en este crimen.



A nivel personal, no podía y no puedo explicar el dolor injustificado y sin sentido generado a una familia amorosa, trabajadora, digna, con un padre líder, guía sabio y luchador, con una sencillez que habla de su grandeza; una madre firme, amorosa y agradecida con su hijo Lisandro por haberle regalado la vida al darle una parte suya, una esposa joven, inteligente, llena de vida, con un torrente de sangre combativa que se le delata en pequeños gestos, madre de Ajpú de siete años y Jade, una tierna bebita que para el secuestro de Lisandro tenía solo cuatro días de nacida. Por supuesto, sus hermanos y primos, entre quienes incluyo a Víctor Barillas, director artístico del grupo, con quienes construyeron el sueño y la realidad que hasta hoy es el Centro Cultural Sotz’il Jay y el grupo Sotz’il. Todos juntos, coordinados por Lisandro, han realizado el proceso de investigación, recreación y propuesta artística de música, danza y teatro kaqchikel que caracteriza al grupo. Para ellos, imagino, no solo es la perdida de un ser amado sino la del líder del grupo artístico quien tenía una visión clara y articulada de lo que querían y debían hacer y cómo lograrlo. Aquí es el movimiento artístico nacional e internacional el que sufre una pérdida irreparable, aquí somos los artistas de todas las ramas y los hombres y mujeres que habitamos esta tierra los que perdemos a un hombre-artista que nos daba dignidad y orgullo como género humano.


Tuve una relación cercana y siempre muy cariñosa y respetuosa con Lisandro y aunque era tan joven, 32 años, siempre me pareció muy sabio, irradiaba luz, optimismo, seguridad, compromiso, pasión y una profunda humildad. Creo que eso era lo que lo hacía tan grande ante mis ojos. Era un alma transparente, muy sabio, inteligente, creativo, combativo pero conciliador. En abril de este año, tuvimos la oportunidad de contar con su participación en una actividad sobre danza organizada por el Instituto de Danza e Investigación del Movimiento de la Universidad Rafael Landívar y preparó una ponencia sobre arte maya, con fotografías, notas, entrevistas a los ancianos, etc. que me pareció que era una ponencia para presentarla en cualquier parte del mundo. “Nosotros creemos que se necesita saber de dónde venimos para saber a dónde vamos”, inició diciendo Lisandro. Luego nos compartió: “Nuestra razón de ser es la reivindicación del pueblo maya para hacer ver que existimos… En la cosmovisión maya se es integral y no se puede hablar de la música sin la danza y de la danza sin la música… Si no hay algo, hay que hacerlo, hay que recrearlo… Nos ejercitamos en la toma de decisiones basados en lo que los abuelos y las abuelas nos han dejado…Cuando hay una necesidad y no hay una solución, hay que crearla”. Así nos dijo Lisandro. Por supuesto, estudiaba mucho y eso se notaba.


El grupo tiene un trabajo realizado de recuperación de música, instrumentos, danza y teatro que deslumbra. Iban y continúan avanzando con paso firme, dándose a conocer, creciendo día a día. El discurso, la estética, la propuesta artística escénica en idioma kaqchikel es extraordinaria, el lenguaje corporal, la música y los instrumentos, el vestuario, todo muy cuidado y elaborado por ellos, hasta el detalle más pequeño. Es precisamente este trabajo el que los coloca en el otro extremo del “arte escénico” que muchos “artistas” hacen hoy, fácil, condescendiente, mediocre. Y no debemos olvidar que deben enfrentarse a enormes limitaciones al desarrollarse en una comunidad “rural”, en la aldea El Tablón, Sololá, limitaciones que han superado con creces y que por el contrario, ha sido su cultura y su comunidad la base fundamental para su incomparable propuesta artística y su comprometido trabajo comunitario.


Lisandro nos ha dejado físicamente pero creo profundamente que su espíritu sigue vivo entre nosotros, en el viento que nos acaricia, en su cultura, en el trabajo de Sotz’il y en sus hijos. Tal vez por eso, Xul Kej me gusta tanto, porque descubro en este corto a Lisandro, quien a través de la música y la danza se encontró con sus abuelos y sus abuelas, su razón de ser, de vivir y trabajar, en una continua celebración a la vida, tocando y danzando al viento, como en la última escena de Xul Kej.


¡Tu corazón florece, querido amigo!


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