Por María José Prado (foto Édgar René Sáenz)
Prensa Libre, Revista D, 12 de junio de 2011
Este grupo de jóvenes kaqchikeles trabaja por la difusión, formación y fomento de sus tradiciones a través de música, danza y teatro mayas.
Hace 10 años, más o menos, un grupo de jóvenes kaqchikeles, oriundos de la aldea El Tablón, Sololá, que deseaban conocer más acerca de sus raíces, empezaron a realizar varias actividades culturales, sociales, deportivas y también espirituales, siempre dentro de su contexto maya-kaqchikel.
Sin embargo, llegó un momento en que vieron la necesidad de enfocarse en un área específica, y decidieron explorar, ante todo, la música y la danza ancestrales. “En ese momento empezamos a investigar mucho, porque no sabíamos nada”, comenta Daniel Fernando Guarcax, uno de los jóvenes integrantes del grupo. “Empezamos a acercarnos a los abuelos, que tenían el conocimiento sobre música, y de ahí surgieron varios elementos”.
Además de la tradición oral, acudieron a bibliografía de ley —como los Anales de los Kaqchikeles, el Popol Vuh, los Señores de Otzoyá, así como algunos códices— para aprender las posiciones de las danzas. Visitaron museos, lugares ceremoniales y, de este modo, empezó la trayectoria de una particular propuesta cultural que ha tenido ya amplio reconocimiento y alcance internacional.
La tradición kaqchikel
“Y poniéndonos en pie, llegamos a las puertas de Tulán. Solo un murciélago guardaba las puertas de Tulán. Y allí fuimos engendrados y dados a luz (nosotros los kaqchikeles); allí pagamos el tributo en la obscuridad y en la noche, ¡oh, hijos nuestros!…”, relata un fragmento del Memorial de Sololá, haciendo alusión precisamente a la figura que sería el tótem de los kaqchikeles: el murciélago, o sotz, en su lengua original.
Sotz’il Jay, que traducido significa el espíritu del murciélago, fue concebido como algo más que un mero grupo artístico. Tal y como expresan sus integrantes, su agrupación funciona más como un centro cultural, pues su objetivo es promover la investigación y fomentar las tradiciones artísticas mayas, así como una revalorización de estas en el campo de las artes.
“Así como hacemos música y danza, también trabajamos plástica, máscaras, vestuario, tejidos. Lo que queremos es ayudar a otros grupos para que todo lo que hace este centro lo puedan conocer otros jóvenes”, añade César Augusto Guarcax, otro integrante del grupo.
De esta forma se han perfeccionado en la fabricación de instrumentos musicales de la tradición maya —particulares tipos de trompetas, timbales de barro con cuero, flautas de caña y de barro, ocarinas y algunos “generadores de sonido” que semejan, por ejemplo, el sonido del viento– y actualmente buscan fondos para tener sus propios hornos y trabajar cerámica.
Y así, poco a poco, han ido integrando todas estas artes, hasta que hace cinco años desembocaron en un concepto similar al “teatro”.
Marcelino Chiyal presenta una pieza de utilería de las obras. |
Arte escénico maya
El concepto escénico de Sotz’il Jay es muy particular. Víctor Barillas, director del grupo, comenta: “Yo estudié en la Escuela Nacional de Arte Dramático y también teatro en la universidad, y antes de esto ya había hecho propuestas europeas, sudamericanas y guatemaltecas basadas en leyendas y espantos, pero tenía la inquietud de meterme más a lo maya”.
Pero, claro, iniciar una carrera en una propuesta con estas características suponía grandes cambios para Barillas, quien comenta que lo primero que tuvo que hacer al empezar su trabajo fue “desvestirse de la academia”, pues el concepto artístico de este grupo iba más allá que la simple presentación.
“Todo lo que hacemos es totalmente ceremonial, porque creemos en la espiritualidad, porque sabemos que los abuelos y las abuelas que han muerto están presentes como energías dentro de nosotros, dentro del círculo en los espectáculos, y siempre les hacemos un homenaje”. Y a ello habría que añadir que el montaje de las obras debe estar adecuado de tal forma que todo el público pueda comprender la narrativa, pues estas son recitadas en kaqchikel.
Las danzas son creadas dentro del grupo y surgen a través de un entrenamiento que los integrantes deben tener sobre las energías y la constante exploración de las mismas a través de las distintas figuras nahuales. “Conforme se va trabajando, determinamos las características de los personajes y las máscaras. Se escribe una especie de guión para llevar los pasos, pero en el ensayo se van desarrollando otras cosas, hasta tener un contenido muy lógico y espiritual”, agrega el director.
La música, por supuesto, es parte esencial de todo. “Aquí todos son músicos danzantes, porque eso es lo que distingue el arte maya: no puedes simplemente estar tocando sentado, la música y la danza se llevan de la mano. Es el estilo del grupo”, explica Daniel Guarcax, quien se encarga de dirigir a sus compañeros en este aspecto.
A la fecha, la agrupación ha presentado tres obras, tanto en el ámbito local como internacional. La primera, Kaji’Imox, narra la historia de los últimos gobernantes kaqchikeles —Kaji’ Imox y B’eleje’ K’at—, quienes mantienen una resistencia de 15 años hasta que Kaji’Imox se entrega y es ahorcado por los conquistadores españoles.
La segunda presentación fue Ajch’owen, que es un homenaje a los abuelos artistas que han mantenido el arte a pesar de la historia trágica de la discriminación y la pobreza. Está basada en el Popol Vuh, precisamente en las aventuras de Jun B’atz’ (primer hilo del tiempo) y Jun Ch’owen (primer sonido), considerados como los creadores de las artes según la cosmovisión maya.
Oxlajuj B’aqtun es la última producción de este grupo, y gira en torno al calendario maya y la culminación del B’aqtun —o era—. “Es una ceremonia sobre la espera de ese cambio”, comenta Daniel.
Aunque todavía hay mucho por trabajar y desarrollar, el arte de Sotz’il ya ha trascendido fronteras, alcanzando varios escenarios en Latinoamérica, Francia y Noruega, y ganado las más cálidas felicitaciones y agradecimientos por parte del público. Así como escribió Fernanda Haucke, del grupo teatral Companhia do Feijão, en la página de Sotz’il: “Yo tuve la oportunidad de estar presente en Oxlajuj B’aktun, en São Paulo, y fue una de las cosas más bellas que he visto en toda mi vida. Todos los días desde entonces recuerdo algo de las imágenes, la música, las danzas de aquel día. Muchas gracias a todos ustedes por compartir con nosotros la fuerza de la cultura maya”.
Acerca del grupo
- Sotz’il Jay está integrado por 10 jóvenes kaqchikeles, tanto hombres como mujeres, de entre 21 y 30 años.
- Gracias a los servicios que ofrecen, y el apoyo de otras instituciones particulares, pueden dedicarse exclusivamente a la investigación y promoción del arte maya.
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