Por: Marco Vinicio Santizo Tojil.
El Caserío Centro, del municipio de San José Poaquil, del departamento de Chimaltenango ha sido el escenario donde diferentes grupos artísticos del país se han dado cita para la celebración del Oxlajuj B'aqtun.
La velada artística ha contado con la presencia de personas de diferentes edades, procedentes de las aldeas y caseríos vecinos. Ha sido una fiesta comunitaria, que ha tenido preparativos varios, desde el alojamiento hasta la alimentación de los diferentes grupos artísticos y de las personas invitadas. Un entarimado ha servido como escenario, el frontispicio de una escuela que custodia un lugar sagrado ha recibido el fuego sagrado y una calle ha servido para el Juego de Pelota.
La gente reunida ha convivido en un marco espiritual y artístico. Oración y canto, plegaria y música se han sucedido para cerrar un ciclo y celebrar el inicio de uno más. Danzas y juegos han sido los movimientos que, intermitentemente, han iluminado el rostro de las personas convidadas a la celebración.
El fuego ha sido encendido al alba y el nombre de Tepew-Q’ukumatz ha palpitado una vez más. La gente ha bajado a Cacerío Centro para participar del rito que celebra, e invoca, la vida. Jun Junajpu y Wuqub’ Junajpu parecen haber acompañado a los más jóvenes en el Juego de la Pelota.
Guías espirituales, hombres y mujeres Aj'quij, han quemado pom mientras atizaban el fuego sagrado, una hoguera alimentada -entre otros- por el corazón del novillo que más tarde sería el banquete de las personas presentes en la celebración. Candelas de varios colores, semillas, pan, pétalos de flores y otros elementos sirvieron de ofrenda en el ritual.
Momentos íntimos, e inolvidables, fueron vividos por quienes asistieron a aquel lugar, sitio alejado de la parafernalia, orquestada para la ocasión, que más de un ente organizó. La fiesta del Oxlajuj B'aqtun en Caserío Centro ha sido vivida con la sencillez que refleja el espíritu del pueblo. El pueblo, convocado por sus diferentes líderes sociales, se dio cita y asistió puntualmente al festejo. No hubo protocolo, como tampoco discurso. La gente cantó, bailó, rezó, comió y participó como le nacía del corazón. La única jerarquía de los Aj'qijab ha sido la del servicio, que tenía como reconocimiento y gratitud el beso de mano, indistintamente del género, reservado para las grandes ocasiones.
Otra cara de la moneda... !y se sintió¡. Ni fuerzas armadas, ni publicidad en la fiesta. No hubo patrocinios, como tampoco entes o autoridades a quienes rendir pleitesía y tanto menos agradecer.
La gente acudió al llamado y disfrutó como si los años de terror no hubiesen sido capaces de hacer mella en su espíritu. El pueblo, a la media noche, iluminado con el fulgor de la luna, estaba reunido en ocasión de un evento previsto gracias a las cuentas, cortas y largas, de los ancestros. Esta vez, a diferencia de los años de la represión del Estado, el silencio no se impuso para salvaguardar la vida. La música recreada con la flor del ágave o el sonido del caracol, convertido en instrumento, no hubo de esconderse o callar en medio de la oscuridad.
Simple y llana alegría, sin euforia comercial, solamente aquella que los abuelos y las abuelas dejaron plasmadas en los diferentes libros que sobrevivieron al holocausto cultural. La tradición oral ha permitido que el acervo del pueblo Maya sirva de referencia para el reconocimiento de la identidad guatemalteca. ¡Lenguas y culturas vivas!
El fin, e inicio, de una era han sido el leit motiv de la celebración del Oxlajuj B'aqtun. Inscripciones, en templos y estelas de las ciudades sagradas, son apenas algunas de las expresiones de la cultura que forman parte de la cosmovisión Maya.
Los diferentes signos de la cultura material e inmaterial del pueblo Maya una vez más han emergido a pesar del desprecio secular que las élites económicas -y los diferentes gobiernos de turno- les han reservado. Una vez más las artes y la espiritualidad, la tradición y la ciencia de un pueblo han sido dispuestas para el goce y disfrute de la humanidad.
Por comisión, u omisión, la ciudadanía guatemalteca ha sido cómplice de los afinados mecanismos de racismo y discriminación vigentes en el país. En esta nueva era, como en la celebración del Oxlajuj B'aqtun, quizá, otro mundo es posible.
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