Por Jorge Sierra
El lunes 31 fue el día para escuchar nuevas estéticas sonoras.
Sotz’il, mostró esta vez su lado enteramente musical. A base de una instrumentación autóctona, como la marimba, flautas, silbatos, caparazón de tortuga, concha de caracol, tun, tambores, raspador y otros, con la que presentaron piezas como, Sik’ini’k, Ajkun, Jom Kamasotz, Q’ojom, Xul kej y Ch’a’oj. En ellas, uno descubre esa fuerte base de la percusión. Ahora bien, las composiciones responden a otra estructura. Aún no tan occidentalizada y eso es algo que se le debe valorar pero también entender. No se debe comparar con algo conocido. Sucede que se inspiran en los sonidos de su entorno de vida, desde melodías de marimba que nacen en caseríos hasta los sonidos de pájaros o de esos que arrebata el viento de algún lugar. Todo, abordado con la complejidad de emociones, aspiraciones y prácticas espirituales que les embarga. En suma, es música neomaya, por tanto con voz genuina, introspectiva y atmosférica. Hay que seguir de cerca a este grupo, que no parece dar muestras de fatiga ni de rendición creativa.
En cuanto a Mari Boine, tomó mucho del nuevo álbum "Áiggi Askkis - An Introduction To Mari Boine". Su voz amable, con gorjeos norgermánicos que con falsetto y efectos sonoros suena espectral o misterioso y milenario. Y unas armonías originales que guardan nexos con sus raíces étnicas y las del jazz, rock y música electrónica, sin dejar de lado el folk acústico. Si bien tanto cantante, como trompetista (Gunnar Halle), bajista (Kjetil Dalland) y guitarra eléctrica (Roger Ludvigsen) echaron mano de efectos de pedal, eso sirvió para ampliar la paleta sonora y beneficiarse de los tambores tan diversos como efectivos de Aage Gunnar. Esta fue la ocasión para escuchar y conocer directamente a esta cantante y sentir de frente una música original, poderosa y sorpresiva.
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